lunes, 23 de junio de 2008

Orgullo de Abuela


¿Quién de aquellos que tengan hijos o nietos no ha sentido un pequeño pellizco en el estómago, al ver a su "gente menuda" enfrentarse a una prueba en público?

Esa fiesta de fin de curso, esa obra de teatro... qué ilusión!



Tu, casi más que ellos mismos esperas que salgan airosos, que lo hagan lo mejor posible.

Se que hay niños que a su edad ya saben interpretar largas piezas al piano. Pero en el caso de Alex, apenas si lleva un par de clases y eso es lo que me emociona.

El piano que tiene en casa es el que le regalamos a nuestra hija y yo soñaba, con que algún día él, mi nieto, deseara tocarlo y al fin esto parece que se está haciendo realidad. Ha mostrado interés por aprender y este es un primer paso.

Por cierto, lo que me pone la "lagrimita" es esa reverencia final a su -ruidoso- público. Orgullo de abuela...

jueves, 19 de junio de 2008

A MIS AMIGOS LOS PERROS

Algunas de las fotos hechas a estos buenos amigos.

Música : "Callejero" - Alberto Cortez

lunes, 16 de junio de 2008

CABALLOS

El pequeño pase de diapositivas, con el fondo musical del corrido del "Caballo blanco" cantado por María Dolores Pradera, lo dedico con todo cariño a mis compañeros de mi Grupo de fotografías en Flickr : "Galope"

domingo, 8 de junio de 2008

DICHOSOS MÓVILES !!


Hace buen día... llueve!

Salgo a la calle a pesar de mi pie aún dolorido.

Un sentimiento de culpa me invade cuando mi compañero de vida me increpa ¡ya está bien de ordenador, lo tuyo es obsesivo!

Otro cigarrillo... tengo que pensar seriamente en dejar de fumar.

Ayer, viendo las fotos de mis amigos en flickr, topé con una de Jesús Garrido, a quien sin conocer personalmente, he llegado a apreciar y su página para mi, es visita obligada.

En su foto, titulada “Incomunicación” mencionaba algo que ocurre en nuestra sociedad de modo alarmante y cada vez en mayor medida.

La gente, físicamente los unos frente a los otros, apenas si tienen nada que decirse.

Eso si... suena el móvil o el celular como lo llaman en hispanoamérica y es como si cada uno de nosotros llevasemos a “Castelar” dentro. No hay quien nos calle.

Cada día le tengo más manía a esos "chismes" La gente, se pasa la vida colgada de ellos.

Vienen a tu casa a comer, cenar o tomar algo. Les suena el teléfono y ellos lo cogen con enorme naturalidad y charlan, charlan, charlan... apenas si te dedican una condescendiente mirada mientras hablan. Y tu, mientras pones cara de poquer para evitar que noten en ti el reflejo de la indignación que te produce su falta de cortesía.

Y qué me decís del sentimiento de culpa que te provoca que el "bicho" suene y no te de tiempo a cogerlo...

Cuando devuelves la llamada "perdida", si no te sientes en la obligación de explicarlo tu, pues es el interlocutor el que te cuestiona ¿Dónde estabas? ¿Por qué no has contestado?

Una escalofrío me recorre el cuerpo, cada vez que suena un móvil...

lunes, 2 de junio de 2008

BURRIANA, PARÍS Y LONDRES

POSTALES DE VERANO – BORRIANA (Artículo del diario El País)

EL PESO DEL PASADO, por Joan Garí

A mi amiga Mary Farrell, americana de Maryland, se lo digo siempre para provocarla: hay más historia en cualquier calle de Borriana que en toda Nueva York. La frase hay que tomarla como viene, aunque se refiere naturalmente, al barrio viejo, intramuros, ese espacio que en la Edad Media vivió la ilusión, como tantas otras pequeñas ciudades, de la convivencia entre cristianos, árabes y judíos.

La iglesia principal de Borriana – consagrada al culto de El Salvador – es gótica, aunque no lo parezca. Es un ejemplo primigenio del llamado gótico catalán, porque Jaume I comenzó por aquí su conquista del reino musulmán de Valencia. Las páginas vivísimas que, en el Llibre dels Fets, relatan el asedio de la Borriana mora (ese logar tan vil, no maior d’un corral, según delicia la prosa despectiva del monarca) son una de cuando la lengua catalana era un idioma nacional, que el rey trasplantó a sus nuevos feudos con la naturalidad con que cualquier conquistador hace tabla rasa con las costumbres de los vencidos.

Pegada a la iglesia, en un lateral adjunto a la replaza conocida como el racó de l’abadía, es bien visible un pequeño cofre con el que la gente fantaseó durante años, imaginando la posibilidad de que custodiara los restos de algún egregio familiar de nuestro monarca más emblemático. En realidad, hace unos años el cofre se abrió, y parece que sólo contenía los huesos de algún animal. Todo el pasado es así. Propicia en ocasiones revelaciones esenciales y es el sustento más dramático de la historia, pero a veces donde ambicionábamos a una princesa sólo hay una triste perra, y hay que apechugar con ello.

No lejos del racó, en la calle La Sang (antigua calle Judería), justo enfrente de lo que fue la sinagoga de la aljama de Borriana, unas prospecciones arqueológicas han dejado al descubierto lo que parece el antiguo cementerio de la comunidad judía local. La pujanza de ésta fuera de toda duda: precisamente Jaume II, en 1326, le concedió la facultad de habilitar un terreno como cementerio, para no tener que trasladar sus cadáveres hasta Morvedre.

En esas calles pobladas de hebreos – y de musulmanes – ahora viven el abandono típico de los centros históricos valencianos. Como el ayuntamiento (del PP) ha propiciado, en los últimos años, la rápida transformación de una gran parte del término municipal en un nuevo El Dorado de “viviendas unifamiliares” y campos de golf, el centro histórico se cae a pedazos, puesto que la ambición de todo el mundo es morder aunque sólo sea una pizca de ese fabuloso pastel. El resultado es que un barrio milenario, con el censo de edificios modernistas más numeroso de toda la península, y donde cada calle es un pedazo de historia, sólo resulta apetecible para los nuevos inmigrantes magrebíes, que han emprendido su peculiar reconquista.


Y uno sólo desearía que también los judíos volvieran para reclamar lo que es suyo, cinco siglos después, y visitaran ese cementerio de La Sang para poner piedrecitas entre los restos. Esta ciudad es tan suya como de los futuros golfistas que se avecinan. Si me apuran, mucho más.