sábado, 3 de enero de 2009

CALLE DE LA LIBERTAD (MADRID-SPAIN)

Fue un 17 de abril de 1949. Domingo de Resurrección. Todo un símbolo. Nuestras vidas, las de todos están llenas de símbolos.

Era un cuarto piso de un barrio céntrico, casa de posguerra típica y tópica.

Nací... no era la deseada, fue tras una celebración, una buena cena, un buen vino y se comete el error. Pero el hogar es cristiano y se acepta aquel error chillón, sin otra alegría que la que da la resignación.

Fui la segunda. Debería haber sido chico, me hubieran aceptado mejor.

Sería estúpido decir que recuerdo algo de aquello. Ni puedo, ni quiero hacerlo.

Mi memoria llega solo a la edad de los nueve años, momento en el que tras retazos anecdóticos de mi vida escolar en un colegio estupendo para las posibilidades económicas del momento... muere mi madre.

Una madre que solo recuerdo enferma de un mal físico terrible, pero supongo síquicamente aún más aterrador.

Me volvieron de un pequeño pueblo donde, por amor, me habían llevado para no ver el final de aquella mujer de apenas cuarenta años.

A mi llegada a Madrid, dos personas cuya carga de propia felicidad impedía ver la tragedia, se encargaron de informarme : “tu mamá se ha ido”

En aquel “ido”, sin yo saberlo, se habían ido demasiadas cosas, pero ya no había remedio.

El lujo de un taxi hacia mi casa, me llamó tanto la atención que, entre lágrimas, mi infantil cerebro recordaba y tarareaba la canción de moda en el aquel verano de pueblo : “Campanera”

Aquella voz meliflua de un chaval desamparado y desarraigado por una historia triste, tan triste como la que yo vivía en aquellos momentos, me llegó a marcar. Hoy al oirla de nuevo en la radio (parece que alguien quiere ponerla de nuevo de moda) se han reavivado mis recuerdos.

Creo que fue entonces cuando empezó mi ansia por vivir, por querer, por ser querida...

Aquellos que iban a mi lado, tal vez incomodados por mis lágrimas y sin saber qué hacer, me preguntaron ¿dónde quieres ir?

Y, entonces con nueve años, empecé a decidir.